I.- Europa en la crisis:
de la “ingobernabilidad de las
democracias” (Comisión Trilateral) al golpe global de la Troika.
La crisis
del sistema capitalista es general y viene de lejos. A mediados de la década de
los años 70, en un periodo de tiempo en el que las luchas obreras y de
liberación nacional aún se dejaban sentir en Europa, en el mundo, comenzó a
gestarse una contraofensiva del capitalismo en el plano militar, económico y
sociocultural.
La Comisión
Trilateral, que se había fundado en 1973 a iniciativa de David Rockefeller como
“una administración auténticamente común” del sistema internacional por parte
del capitalismo de EE.UU, Europa Occidental y Japón, no tardó mucho en
suministrar un conjunto de orientaciones para pasar a la ofensiva a nivel
mundial tras la experiencia de los años 60. Así, en 1975, se publica “La crisis
de la democracia”, un informe encabezado por
Huntington, Crozier y Watanuki, tres intelectuales a su servicio de cada
una de aquellas zonas estratégicas, que alertaban sobre la “ingobernalibilidad
de las democracias capitalistas” y planteaban la necesidad de superar el
“exceso de democracia” y la extensión “de medidas de apatía y no compromiso por
parte de algunos individuos y grupos” como un prerrequisito para la
“democracia”.
Los
parlamentos de las “democracias” formales habían venido funcionado como espacio
privilegiado de la formación de la voluntad de la clases dominantes cuando
ninguna de las fracciones de las mismas tenía un poder económico tan superior
al de las demás que resultaran inútiles los pactos y las alianzas coyunturales
entre ellas y mientras la desagregación de las clases dominadas fuera tal que su
intervención en la formación de la política del estado no pusiera en peligro el
sistema de relaciones de producción.
Así, con la
contrarrevolución capitalista de los años 80, la victoria del neoliberalismo,
el impulso de una segunda globalización capitalista -facilitada por la
automatización, la cibernética, la nuclearización y, con posterioridad, la
aparición de internet y las biotecnologías- y la financiarización de la
economía, se iniciaba el asalto de las posiciones conquistadas por las clases
trabajadoras. Tras aquellos “treinta años gloriosos” de la victoria
antifascista y anti-nazi en la guerra revolucionaria, le seguirían cuarenta
años de contrarrevolución de capitalismo neoliberal.
Tras la integración definitivaen en el “proyecto atlántico" de los países del sur de Europa (ahora convertidos en su periferia (“pigs”) tras
varias décadas de “modernización destructiva”) y previa derrota de los intentos revolucionarios de una extensión político-militar de la
construcción de alternativas industriales no capitalistas, se
impulsa la construcción de una Unión Europea (Maastricht-Amsterdam) que, tras
la “unificación alemana” deviene una gran área económica europea hoy claramente
hegemonizada por una Gran Alemania en Europa.
Garantizar
hoy aquella “gobernabilidad” de la economía de mercado y la “estabilización”
institucional, sin mediación alguna y no limitada por la población ni la
democracia (ejecutivos fuertes, bipartidismo funcional y “grandes coaliciones”,
extensión del derecho de “excepción” y penal del “enemigo y el control social), es el motor principal de la crisis actual, esto requiere el control social de
las personas y la reducción de la
política a mero gobierno de las cosas lo que ha llevado a la destrucción de las
formas de “partido” como instrumentos de representación de proyectos sociales y
de transformación del mundo existente.
Necesitamos
volver a repensar la “vida política” si verdaderamente se quiere mantener un
horizonte y una perspectiva de democratización real y de emancipación humana en
la actualidad. Y ello requiere, en primer lugar, una nueva articulación y
autoorganización de las poblaciones y las clases dominadas superando el
“policismo institucional” (el oxímoron de la “revolución parlamentaria”) y “el
elitismo vanguardista”. Se trataría de impulsar un amplio movimiento
intelectual, político y práctico que contribuya a erosionar la ideología de
sujeción originada en la sociedad clasista; un movimiento por el que cualquier
persona, partiendo de las condiciones sociales de existencia que la limitan,
participa en la configuración de idealidades nuevas, destruyendo el aspecto de
clase de la cultura, especialmente la moral clasista, y estableciendo con las
demás personas relaciones nuevas no sólo en el terreno de la producción sino en
el de las representaciones intelectuales.
Pensar
iniciativas electorales sin priorizar esa orientación de democratización
anticapitalista de las sociedades es engañar y engañarse.
II.- La
articulación social de pueblos, barrios y ciudades, un escenario necesario
contra las políticas de la nueva “Gran Alemania”
Si bien décadas de neoliberalismo han restaurado el poder de
clase de las élites mas ricas agravando la fragmentación social y la pobreza,
en ese proceso han ido ocurriendo todo tipo de movimientos urbanos que tratan
de reconfigurar la ciudad. En un lado la guerra emprendida contra la sociedad,
por la Troika y sus grupos financieros, dirigida hacia lo que queda del sector
público municipal con la deuda como coartada. En el otro lado, la ciudad, los
barrios, los territorios de la vida cotidiana, espacios donde emergen nuevos
escenarios del conflicto social.
Dos hechos
recientes remiten a la idea de las ciudades como centro de acumulación
capitalista y línea de frente en las luchas de clase por el control del acceso
a los bienes comunes (Harvey): La reforma de la ley de administración local, en
el lado de la expropiación y el conflicto de Gamonal, en el lado de la
respuesta social. Ambos son expresión tanto de los procesos de acumulación por
desposesión en el medio urbano como de los conflicto sociales que se derivan.
Reivindicar
el derecho a la ciudad y construir formas de poder ciudadano en la toma de
decisiones sobre los procesos de urbanización, no sólo significa hoy responder
al dilema poder de los especuladores contra los derechos ciudadanos, sino que
sitúa lo local como espacio desde el que articular resistencias frente al
proyecto de la Troika, creando y recreando el
profundo cambio de valores que otro modo de producir, vivir y consumir
requiere.
Las
elecciones al Parlamento Europeo que se celebran el próximo mes de mayo abren
la ocasión de situar, sobre la mesa del debate público, la centralidad del
papel de las instituciones de la Unión Europea, como parte integrante de la
Troika, en la desposesión sistemática que las poblaciones vienen padeciendo. Un
expolio que va más allá de la crisis propiamente dicha, y que a su vez la
alimenta como herramienta, empleando como correa de transmisión la totalidad de
las administraciones públicas, desde la central, pasando por la autonómica, hasta
la local. Este proceso electoral abre la posibilidad de una expresión
considerable de rechazo popular a esas políticas que, además, trascienda a la
mismas elecciones para permitir una amplia alianza ciudadana en torno a
proyectos alternativos de ciudad, de país y de integración regional.
La línea de
las encuestas hace prever un declive de los dos partidos que, en sus sucesivas
presencias de gobierno central y sus simultáneas gestiones de gobiernos
autonómicos, han aplicado con esmero las políticas dictadas de desmontaje de
derechos y de trasvase masivo de recursos desde abajo hacia arriba, creando una
situación social insostenible de desempleo y pobreza sin más perspectiva de
salida que la que ofrece la salida física del país, imprescindible para reducir
las cifras de desempleo por la vía de la pérdida de población activa. Izquierda
Unida espera resultados relativamente buenos como consecuencia de esa caída del
bipartidismo, si bien, en gran parte, sobre la base de un crecimiento
porcentual que se asienta en unas cifras de participación preocupantemente
escasas. Resulta evidente que a la articulación del bloque político y social
mayoritario le queda aún un largo camino por recorrer, un camino a veces
obstaculizado por los mismos mecanismos o prácticas de presencia institucional
que se discuten desde muchos movimientos sociales.
III.- Cómo
hallar el lugar de Izquierda Unida
La irrupción de otras candidaturas del ámbito de la
izquierda puede leerse como un intento de conexión político-electoral con parte
de esos sectores de la población que actualmente no encuentran un referente
claro de representación entre los actores políticos "tradicionales",
tal y como expresan los elocuentes porcentajes de abstención referidos. Si la
voluntad que impulsa tales iniciativas es la de ayudar a articular una mayoría
social en torno a un proceso unitario, el hecho debiera ser bienvenido. Izquierda
Unida tiene, en este contexto, una responsabilidad especial como organización
política hasta ahora mayoritaria dentro del espacio de referencia de la
izquierda, y como tal, reconociéndose como "necesaria pero no
suficiente", a ella le corresponde poner en marcha los mecanismos
necesarios para que no se obstaculicen las condiciones de posibilidad de un
consenso necesariamente amplios y unitarios, entre otras cuestiones, en torno a
la elección de la candidatura y los/las cabezas de lista.
Tres tareas nos parecen importantes ahora: 1ª) Situar las
elecciones europeas como un marco adecuado para realizar una pedagogía cultural
y social contrario al carácter imperialista de la UE y la destrucción social
que conllevan sus políticas, haciéndolo desde el marco territorial y las
ciudades en la perspectiva de un municipalismo solidario y cooperativo.
2ª) Primar la articulación de
movimientos sociales y gentes en la lucha por los bienes necesarios . 3ª) Hacer
un gran esfuerzo para conquistar un proceso de diálogo entre los diversas
iniciativas electorales de cara a las elecciones europeas para alcanzar un
acuerdo de unidad verdadera y concreta, sin soberbias ni autosuficiencias.
Jaén febrero de 2014
María Dolores Nieto Nieto, Francisco Sánchez del Pino.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=181231