En las crónicas del Jaén antiguo ha pervivido el nombre de Correa
Almotacén. Según cuenta el profesor Coronas Tejada en su biografía del
Jaén del siglo XVII, en 1602, preocupado por un problema común en las
ciudades de la época -como la salubridad pública y la degradación que
presentaban las vías urbanas debido a la suciedad a la que contribuían
los animales domésticos campando a sus anchas por ellas-, el
Ayuntamiento había nombrado a Correa Almotacén para vigilar que los
cerdos no deambulasen libres por la calle, tarea que el nominado solía
cumplir con tan poca eficacia como escaso interés, dándose la
circunstancia de que en la calle donde él vivía era donde mayor número
de animales sueltos solían verse. De manera que en las actas capitulares
a lo largo del siglo es frecuente encontrar las alusiones a este
problema.
La realidad de la ciudad y sus habitantes nada tienen que ver ya con
la de aquel siglo, pero la frecuencia con la que nuestros vecinos y
vecinas suelen quejarse por la deficiente limpieza de las calles, o por
la presencia frecuente de roedores en ellas (a pesar de que están
pagando un sobrecoste anual de más de 8 millones de euros por la
prestación de un conjunto de servicios encargado, entre otros, de la
limpieza) nos sugiere la imagen de un Ayuntamiento hoy, en el que se
decide la privatización de servicios municipales con los mismos
criterios que llevaron hasta su cargo municipal al tal Almotacén en
1600.
Desde el punto de vista de política económica del país, inquieta el
balance real y concreto que, desde Jaén, puede aportar hasta el momento
el nuevo cargo del Ministerio de Hacienda. Tal vez, haber sido el
Alcalde que menos inversión por euro presupuestado hizo en la ciudad
durante su mandato (por debajo de del 2% cuando en periodos anteriores
la media oscilaba entre el 29%y el 15%). El que menos convenios de
inversión concertó con otras administraciones (esto en Jaén, que ya
antes arrastraba una situación histórica bastante desfavorable); el
único, al menos que se recuerde, que fue a Sevilla a devolver
inversiones; y el que más rápidamente incrementó la deuda financiera,
(de 298 millones de euros en 2012 pasó a 526 a lo largo de 2015 y 2016).
Esto, después de haber formado parte de las corporaciones sucesivas
en las que su partido gobernó con mayoría absoluta el Ayuntamiento y fue
construyendo las bases (¾ partes) para la mayor deuda municipal del
país y, aunque dedicó con empeño durante sus años de alcalde a cambiarle
las fechas al origen del problema, nunca abordó una auditoría para
avalar sus afirmaciones, pese a tener una mayoría holgada para hacerlo.
También en política social el nuevo secretario de Estado ha dado señal
de sus prioridades. Fue uno de los primeros alcaldes en responder a los
recortes promovido por la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la
Administración Local, para tratar de desenganchar rápidamente al
Ayuntamiento de la responsabilidad en la prestación de servicios
sociales, los mismos a los que hasta ahora Susana Díaz no ha dado una
respuesta a la altura de las demandas, ni en cobertura, ni en calidad de
empleo. El mismo que paralizó la opción por un transporte público más
sostenible y consideró inútil la lucha contra el cambio climático antes
que Trump. Tampoco en cuestiones de solvencia jurídica respaldando la
política de ajustes del Gobierno, mejora su balance.
Sólo entre 2015 y 2016 llevó al Pleno medidas presupuestarias
destinadas a afrontar la deuda municipal con el informe desfavorable del
Secretario y del Interventor municipal, y no logró cumplir en su
mandato ni un solo trimestre con los parámetros del Plan de ajuste
aprobado por el Pleno Municipal de acuerdo a las directrices económicas
de su propio partido en el Gobierno.
En resumen, como dirían las crónicas antiguas “Ante la grave
situación económica del país, y avalado por los escasos resultados
conseguidos, con su política económica en su propia calle, es decir en
una de las ciudades donde más mayorías absolutas sucesivas obtuvieron,
el nuevo Gobierno ha nombrado secretario de Estado de Hacienda”. Eso
acontecía a finales de 2016.
En 1607, según se puede comprobar en el libro “Jaén siglo XVII.
Biografía de una ciudad en la decadencia de España” de Luis Coronas
Tejada: “...como consecuencia de las deudas contraídas por el Municipio a
lo largo de muchas décadas y del incumplimiento, por otra parte, de la
administración municipal de los compromisos contraídos con los
particulares, los deudores habían conseguido que la Chancillería de
Granada embargase las rentas de los propios a fin de ir satisfaciendo
los débitos”. Esos mismos años el Ayuntamiento tuvo dificultades para
atender las necesidades más perentorias, entre ellas los salarios,
siendo el sueldo que experimentó mayor ascenso el del verdugo municipal,
que pasó de 6.000 a 10.000 maravedíes debido a que la oferta del
Ayuntamiento superaba la demanda de plazas y a la mayor cualificación
adquirida por su titular en Madrid.