martes, 23 de abril de 2013

Compartiendo lecturas. Otra mirada sobre los mitos de Casandra y Medea

Casandra y Medea
Apuntes sobre la alteridad femenina
(Releyendo a Crista Wolf)
Imma Barbarossa

Antes de las diferentes reformas que tuvieron lugar en la enseñanza, la historia de la humanidad comenzaba con el capitulo titulado “Asirios y Babilonios” que habitaban en la Mesopotamia, la tierra entre dos ríos, el Tigris y el Eúfrates. La tierra era productiva, fértil y fecunda, debido a los dos ríos, como lo era Egipto debido al Nilo. Allí estuvo el corazón de la historia y de la civilización, también de la primera religión monoteísta. Allí estaba Babel con la Torre símbolo de la arrogancia humana, y Ur de quien se dice fue Patria de Abrahán, allí estaba Nínive: Ah y Seminarimis "que sucedió a Nino y fue su esposa", Seminarimis la lujuriosa la que “su capricho convirtió en ley"  para destruir la desaprobación a la que fue condenada”

¡Ay! Seminarimis, que tuvo miles de amantes. Te gustaban quizás los jóvenes (y quizás también las jóvenes), pero eras reina y eras objeto de críticas. Así que decidiste legitimar todo aquellos que te gustaba, y por eso atravesaste la historia de la civilización cristiana hasta Dante (Infierno, Canto V) con el estigma de "la lujuriosa". [...]

[... ]Pensando en las cúpulas doradas de Bagdad vuelvo a acercarme a una antigua maraña, una trama de mitos que hablan de lugares en los cuales comenzó nuestra historia, nuestra cultura: la maraña de la relación entre la fundación de la ciudad y el poder.  Mas aún, entre las mujeres y el poder. Pensaba durante los fuegos de las bombas sobre Bagdad, en la Bagdad de mis libros, en mi descubrimiento de dos mujeres míticas, dos princesas casi asiáticas que conocieron el poder, lo combatieron, interiorizaron su núcleo duro, fueron heridas por él, golpeadas, pero no renunciaron a sí mismas

 Casandra y Medea, no fueron mujeres comunes. Descendían de estirpes ilustres, tenían antepasados fundadores de ciudad. Se encuentran justamente en medio de los enfrentamientos por el dominio de casas reales.

 A ambas se acercó una gran escritora de la antigua República Democrática Alemanan (RDA): Crista Wolf, desvelando una lectura femenina que impregna de sí misma, y su mirada, a diferentes mujeres de la antigüedad que fueron estudiadas y representadas por los grandes poetas de género masculino. Casandra vive cerca del Bósforo, en los confines entre oriente y occidente (Margarita Yourcenar, la hará definitivamente amante turca de Agamenón). Medea vivía en la Cólquide, sobre el Mar Negro la más lejana tierra conocida del mundo griego. Además de princesas son mujeres fuera de la norma, la una adivina, la otra curandera experta en hierbas medicinales. Ambas se enfrentan al descubrimiento de que, su mundo, su lucha, la corte paterna dentro de la cual son amadas, respetadas, honradas; se obtienen en virtud de un delito, de un infanticidio de herederos reales, para el cual se requiere la complicidad. El rechazo de la complicidad se paga con la expulsión de la polís, de la ciudad. Para ambas la toma de conciencia de su alteridad tiene lugar mezclada con la rebelión al padre amadísimo, y se desenvuelve en ausencia de una alteridad materna, situada esta de parte del orden paterno, rodeada de hermanas víctimas de este orden y hombres, amantes mas o menos decepcionantes.