martes, 25 de diciembre de 2018

Nochebuena en la luz de los tiempos


El día de Navidad me encontró muy temprando de nuevo en la casa que me vio crecer. Sentada en la mesa camilla cuando sin esperarlo entró por la ventana un amanecer espectacular  de colores violetas y rosados. Mientras la luz del sol lo iba disolviendo me ha salido esta particular composición navideña que pienso enviar a mis amigas y amigos, con un relato de Antonio Tudela, sobre el día mas corto del año, tal y como sucede en un lugar milenario, "la cueva del Toril", Otiñar (Jaén). "Nochebuena en la luz de los tiempos" he pensado mirando las fotos con las sombras del sol sobre la pared, testigos del solsticio que marca el inicio de un ciclo natural en el que la luz del sol crece sobre nuestros días. (Aunque no baste para borrar las sombras humanas que amenzan este tiempo)

 Nochebuena, Navidad, fiestas de Año Nuevo, Solsticio... diferentes nombres, distintos ritos y contextos para significados que acompañan el hecho humano a través de los siglos: La celebración de la luz, el agitarse de la esperanza y de las incertidumbres ante la sucesión de las estaciones, el anhelo de seguridad en que mañana el Sol continuará su ciclo y que los bienes necesarios seguirán disponibles, y en definitiva, la búsqueda de sentido en el misterio de la vida. Huellas de ritos y celebraciones que conectan nuestras fiestas navideñas con significados muy antiguos, casi ancestrales pero que siguen vigentes manteniendo un hilo común que se pierde en la noche ( y luz) de los tiempos y que concierne a todas.

 ¡Felices Fiestas!
¡Que la luz del compromiso las ilumine y no las zozobre!




viernes, 20 de julio de 2018

La moto


Aparcada en el borde de la calzada, vestida con ropa ajena, era evidente que tenía un significado especial para su propietario. La herencia del abuelo que “quería conservar a toda costa”, había murmurado mientras inspeccionaba el asalto nocturno al depósito de la gasolina. Una vieja moto envuelta cuidadosamente en una sábana blanca también envejecida, testimonio del mimo que a menudo presta la gente humilde a sus pertenencias. Extraño envoltorio distorsionando de manera extraña el asfalto urbano, y afirmando la voluntad del recuerdo al abuelo desaparecido, quién sabe si en su vida tan disfuncional al contexto como el propio embalaje que ahora cuidaba su moto.

 

 

En la escena entra una mujer joven menuda, muy delgada, casi una niña, con tres criaturas revoloteando a su a su lado y la cuarta empujando hacia el mundo en su vientre. Las dos niñas y el niño se ven alegres, limpios, aparentemente bien alimentados y correctamente atendidos. Hay modestia y dignidad en todo lo que acompaña a la familia, habitantes amables de uno de los inmuebles mas modestos de la calle. No se percibe al menos huellas de la deriva hacia las cunetas vitales que lastra a muchos sobrevivientes de las clases precarias urbanas.

 

 

La niña mayor ha empezado a acariciar al perrito blanco y rápidamente se le acerca dispuesta a abrazarlo, también lo hace la bebé de pasos tambaleantes. Su gesto, le ayuda a detenerse y entablar un breve diálogo con las niñas y la madre. Mientras, el padre sigue murmurando improperios contra el desalmado que suele acudir por la noches a llevarse los “dos euros” de gasolina que tiene en el deposito: Los pobres maltratándose unos a otros, al son que marca la bacanal de los poderosos.

 

 

Desde esa tarde todos los días se saludan y conversan cuando se cruzan en la acera. Hace un tiempo que los observa en sus idas y venidas solitarias por esa calle. Debieron mudarse aquí no hace mucho. No los conoce, pero a veces, mirando a la chica le ha asaltado la ternura y luego una inquietud difusa, consciente de las incertidumbres que acechan a una joven madre precaria con tres hijos pequeños y el cuarto en camino hacia una ciudad empobrecida como la que habita.

 

 

La tarde de julio, se mueve solitaria y calurosa, al ritmo lento del verano. En el barrio se percibe la ausencia temporal de las familias que cada año se marchan empujadas por el calor a “Los Puentes” y las ausencias mas permanentes de los jóvenes de clase media que llevan años emigrando.

 

 

El encuentro con la joven pareja y sus tres pequeños, rememora la inquietud sobre los nuevos habitantes que ha encontrado en los últimos tiempos durante su incursiones por los rincones de la ciudad, inquietud por el conflicto latente y las incertidumbres que pueblan sus vidas.

 

 

Siente ahora disolverse la preocupación en el aire suave de la tarde, devolviéndole una especie de paz afable a modo de profecía sin alas de los nadie: “Nada saben de mí vuestros sueños, pero siempre os he sido fiel”. Luego, le sucede el tiempo esquivo de un interrogante en forma de esperanza contradictoria: Quizás es aún tiempo..., quizás aún, en la erosión silenciosa de los días sin nombre, anide algo hermoso que podamos construir juntos.

 

15 de Julio 2018

jueves, 12 de abril de 2018

Insumisa en la sala de espera



Es una práctica ya habitual de cada vez mayor número de servicios, insistir a sus clientes en la variadas posibilidades de hacer una operación online, y las múltiples ventajas que conllevan. En realidad, gracias a la innovación tecnológica, cada vez que nos sentamos delante de un ordenador para gestionarnos alguna cuestión relacionada con nuestra cuenta bancaria, o un billete de transporte, estamos haciendo gratis el servicio que hasta hace no mucho tiempo recibíamos en las oficinas atendidas por algún empleado o alguna empleada, y además sin comisiones. Sucede además que colateralmente, de alguna manera, nos convierten en parte cooperante de su próximo expediente de regulación de empleo.
Una de las medidas disuasorias utilizadas sutilmente, está siendo alargar enormemente el tiempo de espera a quienes insisten en acudir a las oficinas para hacer trámites de manera presencial. De tal forma que quienes desistieron hace tiempo de sacar billetes de tren, bus, avión, hacer la declaración de la renta o una transferencia bancaria, o pedir cita médica, en ventanilla, terminan sumando una jornada laboral gratis cada cierto tiempo. Al otro lado de la mesa ya no está un trabajador. El neoliberalismo digital innova cada día para extender la igualdad. Ahora el trabajo doméstico, gratuito, invisible y sin seguridad social, ni pensión, que el movimiento feminista vienen denunciando desde las últimas décadas del siglo pasado, hace tiempo que desbordó la esfera de los cuidados familiares y amplia el campo.
Esa mañana, en una moderna oficina del centro, mientras varias personas esperaban su turno, un hombre entrado en años se ha acercado a la pantallita de un ordenador en forma de atril que recibe a los clientes y le ofrece la posibilidad de sacar número para su próxima gestión presencial, o bien solicitar cita para el día siguiente.
Después de varios intentos fallidos con aviso de "Documento incorrecto, teclee de nuevo" en pantalla, ha llamado a una empleada para que le ayudase a obtener el ticket de la máquina de citas. Ella, para atenderlo ha debido dejar su mesa, donde por cierto, el trabajo, a medida que la sucursal innovaba en sofisticación técnica, se ha ido volviendo mas intensivo, hasta casi desparecer el tiempo para la sonrisa y el saludo que antes dedicaba a los clientes - ¿Que va hacer usted?- , le ha preguntado amablemente, mientras tecleaba en la pantalla el DNI del cliente -"Sacar dinero y hacer una transferencia" -"¿Y no tiene usted una tarjeta para el cajero? - "Ni la tengo ni la pienso tener", le ha respondido contundente aquel, y una vez obtenido, con ayuda de la amable trabajadora, su ticket con el turno correspondiente se ha sentado en un pequeño sofá de espera, convenientemente colocado frente a una gran mosaico luminoso, por el que van desfilando de tres en tres o de cuatro en cuatro, en pequeñas pantallas blancas rectangulares agrupadas en torno a una gran pantalla central, los turnos de llamada con el número de ventanilla a la que deben dirigirse los clientes en espera. De tanto en tanto, suena una señal y estos deben levantar la mirada hacia el gran mosaico luminoso para comprobar si toca ya su turno. El campo de visión están fuertemente acotado por dos paneles laterales de vivos colores, así que, inevitablemente, cada vez que levantan la vista hacia el panel luminoso para comprobar turno, deben mirar la gran pantalla central por donde incansablemente desfilan sugerentes imágenes que explican como pueden hacerse una misma las gestiones online, y los insospechados efectos y sensaciones que experimentaremos con tamaña tarea. Mientras, el tiempo de espera se alarga. Todo parece estar perfectamente estudiado para que los pertinaces clientes que insisten en acudir a la oficina a realizar trámites de forma presencial, como es el caso del que esa mañana asegura no tener intención de usar el cajero, desistan de hacerlo la próxima vez.
He aquí, que de pronto sucede el imprevisto que tanto teme todo fabricante de rutinas algorítmicas. El hombre, una vez acomodado en el sofá, ha abierto una bolsa que tiene en la mano, y de ella ha sacado una gafas de lectura y un libro -"¡Perdonen..! ¿Quién de ustedes tiene el CA025?"- -"Yo"- ha respondido el joven sentado en el mismo sofá, que espera turno mirando videojuegos en el móvil. "-¡Bien, no tengo prisa, detrás de usted voy yo!"- le ha respondido resuelto el insumiso a los cajeros automáticos. A continuación se ha calado las gafas, ha abierto el libro y se ha sumergido en la lectura, dejando claro que tampoco consultará los atractivos paneles luminosos con letras negras sobre fondo blanco, para comprobar si es su turno. "ANA KARERINA. Leon Tolstoy" han podido leer el resto de clientes, escrito en el lomo oscuro del libro, antes de volver al mosaico digital por donde desfilan los turnos de llamada, junto a las atractivas imágenes invitando al "háztelo tú mismo" online y "evite esperas la próxima vez"

Jaén 12 de abril de 2018