Capitalismo y
patriarcado, son dos sistemas de dominación que se han articulado
históricamente estrechamente interrelacionados. Que han creado
relaciones económicas, sociales, simbólicas y que han articulado
también sentidos vitales. Ambos han sido cuestionados por luchas
sociales que han tratado de derribarlo, unas veces, transformarlos
otras. En tiempos de crisis, se requiere y está pendiente, un
balance de largo alcance sobre el estado de ambas cuestiones. En lo
que se refiere al patriarcado es obvio que los mas de 40 años de
movimientos desencadenados por el feminismo de segunda ola, no lo han
derribado como sistema de dominación, incluso, en el lugar donde sus
relaciones con el capitalismo se hacen estructurales, hoy sabemos
como los sentidos comunes y los cuestionamientos de relaciones
sociales desencadenados por el feminismo de segunda ola contra el
capitalismo patriarcal, fueron utilizados por el neoliberalismo para
legitimar la recomposición capitalista desencadenada desde los años
70 que, entre otras, impide las esperanzas de aquel feminismo para
alcanzar una sociedad justa.
Hasta que punto ambos
sistemas interactúan estrechamente, se deduce hoy de la composición
y características del nuevo proletariado global descrito por Pung
Ngai y también algo por Sara Ongaro
Que el patriarcado siga
vigente como modelo de dominación no significa que no haya sido
erosionado en distintos planos: en el plano simbólico, en el cambio
de relaciones sociales, familiares, en la presencia e influencia de
las mujeres en todos los ámbitos sociales, laborales y políticos,
de los que prácticamente estaba ausente hace 40 años. Ahora bien,
que haya sido puesto en crisis tampoco significa que esté cerca su
alternativa. Hechos como la intensificación de las violencias
diversas contra las mujeres, en todo el mundo son parte y expresión
de su puesta en crisis y de la reacción que ha desencadenado
.
Pero la crisis del
patriarcado no ha erosionado sólo las lógicas sobre las que se
construyen las relaciones entre mujeres y hombres, tenemos que pensar
que también están poniendo en crisis las lógicas jerárquicas
entre varones: en lo simbólico, en lo afectivo, lo económico,
laboral y en la construcción de sentidos vitales... También aquí,
a menudo tenemos mas noticias de la crisis, que de su alternativa.
Puede que ahora ya Edipo no necesite “matar al padre”, y le baste
con abrirse hueco en las grietas abiertas por la crisis patriarcal
para humillarlo. Pero ese tampoco es parte de una alternativa. No, al
menos de la nuestra.
Una ojeada a los últimos
40 años, de movimiento social empujado por el feminismo no parece
avalar que sus objetivos puedan lograrse sin una alternativa al
capitalismo. Pero eso tampoco sería suficiente. Se requiere una
especie de nuevo acuerdo “antropológico” entre mujeres y
hombres, entre “el orden de la madre” y “el orden
del padre” que preserve tanto el respeto radical a la libertad de las mujeres, como a los
vínculos masculinos con la vida. Para construir una sociedad alternativa no me parece viable, ignorar la necesidad de sentidos vitales que empuja al ser humano, menos aún puede obviarse la capacidad que esta necesidad
tiene para prefigurar relaciones sociales; ni los vínculos entre
sentido de la existencia con la reproducción de la cadena de la vida
mas allá de nosotras y nosotros, así como, el papel que juega cada
género en ello. Como semejante propuesta no puede imaginarse
siquiera al margen de unas relaciones entre plenamente libres e
iguales, seguramente eso requiere también de las mujeres un posicionamiento, desde el reconocimiento de nuestra fuerza en ellas,
no sólo desde nuestras debilidades, que no es otra cosa que vivir
con plena conciencia y con vocación transformadora las relaciones
que cada uno de los sexos tiene en la construcción de las cadenas
vitales y sus implicaciones sociales.
Noviembre de
2015
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