martes, 8 de marzo de 2016

cambiar el machismo extremo de la política económica


 8 de Marzo, un día para recordar y valorar las luchas por la igualdad y la justicia social de varias generaciones de mujeres. A ellas debemos muchas cosas que cambiaron positivamente en nuestras vidas. Porque ellas fueron y lucharon, somos y porque somos y luchamos, otras serán. Quiero recordarlas nombrando especialmente a dos colectivos de nuestro tiempo, que, aunque no son los únicos, sus condiciones de trabajo, representan bien al machismo extremo de la política económica actual: Las camareras de hotel, y las cuidadoras. Las primeras, las que limpian los hoteles, suelen ser trabajadoras del principal, casi único en muchas regiones, sector productivo que quedó en pié tras el desmantelamiento industrial al que obligó la integración en la UE y que se sostiene sobre la intensa explotación laboral, con bajos salarios y elevada precariedad. En el caso de las cuidadoras, unas trabajan invisibilizadas, y sin salario en su hogar familiar, asumiendo la mayor parte de ese trabajo no remunerado, uno de los pilares sobre el que se articula la acumulación por desposesión  del sistema capitalista y que según María Ángeles Durán compone el 53% del PIB. Otras, las que trabajan de forma remunerada, lo hacen con muy bajos salarios y en condiciones laborales precarizadas hasta el extremo, incluso cuando lo hacen en servicios públicos mercantilizados con contratos en los que las administraciones priorizan el ahorro de costes y la generación de beneficios privados, desentendiéndose de las condiciones laborales en las que será prestado el servicio, aunque luego los responsables políticos, convoquen actos institucionales, o se sumen a manifiestos a favor de la igualdad. Aquí no llegan las políticas de conciliación familiar y laboral, ni las buenas prácticas de igualdad. La mayor parte de estas mujeres son las únicas que llevan un sueldo a casa y es desesperante la incertidumbre con la que viven y trabajan, sin tener la certeza de que el mes siguiente podrán hacer frente a facturas de suministros básicos o de la hipoteca, si es que aún no las han desahuciado. Las precariedad de la vida y del trabajo de estos dos sectores, visibiliza bien, como la precariedad característica del trabajo reproductivo, se ha generalizado al conjunto del sistema productivo, y continúa reproduciendo por otra vías la desigualdad social y de género, en beneficio de los mercados financieros. La lógica sobre la que se sustenta es la de un sistema económico que pone en el centro los intereses de las élites financieras, al tiempo que invisibiliza y precariza la responsabilidad del sostenimiento de la vida, cargándola sobre las espaldas de las mujeres en su mayoría.
Reclamamos igualdad, si, pero para otro sistema productivo, otro modelo laboral, otra lógica social y para desplazar  el poder de los mercados y poner en el centro de la agenda política la sostenibilidad de la vida.

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